viernes, 4 de noviembre de 2016

Ni una de sus palabra



La soberbia estaba escrita en su mirada, porque sí, porque eso era lo que le salía del alma. A estas alturas le era difícil recordar lo que quizás en verdad nunca fue; una niña que irradiaba luz y se aferraba a la esperanza de ser amada. Pero cuando la espera es larga hasta los más crédulos se dan por vencidos. A estas alturas, la lista de decepciones ya era demasiado larga y de pronto un día se dio cuenta que ya no sentía nada. Las fuerzas para remar contracorriente sencillamente no estaban.
Y aquél iba a ser un día más, otro día en el que llamaron a las doce en punto a la puerta. Él ya llegaba para ofrecerle las limosnas de su tiempo. Ahora empezaría un juego cuerpo a cuerpo en el que se fingiría algo parecido al amor, pero rompiendo las cadenas de la rutina ella se quedó quieta y callada mientras los golpes en la puerta no cesaban. No quería volver a bailar a la conveniencia de nadie, no quería a alguien que no la tuviese en mente a jornada completa, no quería escuchar ni una de sus palabra.