El tiempo silencioso se mueve, se
escapa y no se puede atrapar dejando tras de si una huella que te puede
torturar, una huella que difumina momentos, una huella que puede llegar a teñir
una mentira de verdad. Ella lo sabe, se rinde y cierra sus ojos para empezar a rememorar.
Da un paso y se sumerge en las tinieblas de un tiempo que la devuelven a un puente
de madera con vistas al basto y ancho mar. Sentada en un banco, detrás de ella,
el rumor de la fiesta se empieza a apagar mientras unos pasos se alejan de su lado sin piedad.
Vuelve a estar sola, él ya no volverá, la deja enjaulada en un tiempo del que prisionera será.
Gracias melón.