Bailar
con el silencio proporcionado por el sonido de la cascada y sentir la calidez de las frías aguas
recorriendo cada centímetro de su fina piel era el único consuelo que podía curar
el dolor por haber sido engañada. Ignorando las alarmas de la intuición se
lanzó a un futuro imaginario en dónde podía alcanzar la autentica felicidad para
poco después darse cuenta que, como el humo que nubló su razón, ese sino se
esfumaba dejando un vacio en su corazón. Una vez aprendida tal lección purificó
cuerpo y alma para intentar olvidar; jurándose a si misma que jamás permitiría
que la esperanza de una vida mejor volviese en ella a brotar.
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