¿Donde
estaban? ¿Es que nadie la vendría a buscar? El viento agitaba las alas de la
incipiente noche que despertaba ya, mientras el sol se despedía con una
reverencia temeroso de lo que podía pasar. Dejando atrás la orilla para buscar
cobijo en el mar, una joven sin nombre entre las olas se puso a jugar, queriendo
así ahogar en las frías aguas la certeza amarga de que en tierra firme nada ni
nadie la esperaban ya. Con la sinuosidad de la blanca espuma su vestido se fue
a fundir, al igual que las ásperas lágrimas que no podía reprimir. Con terror
en la mirada volvió la vista atrás y tan solo halló lo que cabía esperar: la vacía
nada que sus hombros estaban cansados de cargar. La decisión estaba tomada, una
sonrisa que albergaba alegría afloró sin más, era el momento de marchar. Fue
tan fácil dejar arrastrarse al fondo del oscuro mar pues ¿Qué diferencia había?
En vida tan solo había estado rodeada por oscuridad. Nadie la echaría de menos,
ese fue el último pensamiento que su mente fue capaz de gestar. Entonces… ¡alguien
gritó su nombre! pero ella nunca lo pudo escuchar.
domingo, 27 de abril de 2014
domingo, 20 de abril de 2014
domingo, 13 de abril de 2014
Colibrí
Aquel
colibrí venido de lugares lejanos que ninguna imaginación podría atreverse a evocar,
entró en aquel jardín dispuesto a juguetear. Con la gracilidad y rapidez proporcionadas
por su diminuta y delicada figura, en el hombro de una dama de pensamiento
ausente se fue a posar. Tan risueño como era muy pronto perdió timidez y con el
largo collar de la joven la fue a emprender. Ella confiada se dejó hacer, pero
pronto aquel colibrí dejó atrás todo juego benévolo que a priori se podía prever.
El colibrí no dejaba de tirar del collar
y ella atónita por los hechos con las manos al ave quiso espantar para conseguirlo al final. Aquel acontecimiento había sido tan solo uno más, muchas
son las amenazas que se ocultan detrás de las apariencias inocuas y llenas de
bondad.
domingo, 6 de abril de 2014
Habitación de hotel
Lo tenía
todo, al fin. Después de anhelar, después de implorar, después de tantas noches
en vela esperando a poder tocar sus sueños con la punta de los dedos de sus
manos, las horas dese de frustración habían terminado. Ahora, en aquella
habitación de hotel en la que en el aire aún se percibían los restos de humo de
tabaco, no solo podía tocar sus más profundos deseos ya realizados sino que los
podía abrazar y en su pecho con dulzura estrecharlos. Entre joyas y sedas que
acariciaban su suave piel sus días transcurrían a sabiendas que tal situación eternamente
prolongada no podía ser. La tersura de cuerpo efímera flor era y los billetes manoseados
que tanto abundaban entre las sabanas revueltas al amanecer, el día menos
pensado dejarían de aparecer.
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