Las
calles parisinas le daban una calurosa bienvenida para que con el juego de
escaparates y luces diera rienda suelta a la compradora compulsiva que poco
necesitaba para dejarse ver. Con tal aturdimiento
de su mente, su sed solo se puede saciar con el lujo terrenal de la buena ropa y
las joyas brillantes.
Sara precioso blog, FELICIDADES, ya me pasaré por aquí más de una vez, y este trabajo una maravilla, pero todos me parecen geniales un saludo
ResponderEliminarAzulina, que alegría verte por aquí. Muchas gracias por la visita y pásate cuando quieras siempre será bien recibida no hace falta ni que te lo diga.
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