Luces
juguetonas instaron a la niña a adentrarse en el bosque oscuro para después
desvanecerse en el aire como motas de polvo arrastrando tras de si el sonido de
risas perversas por la jugarreta acometida. Así aquella pequeña se quedó a la
merced de una luna protectora que poco podía hacer por ella, tan solo observar
y rogar por ella. Mecida por los ruidos nocturnos y el rumor de aguas
tranquilas sus pequeños ojos bañados en lágrimas se sumergieron en un profundo letargo,
ignorando la embarcación que se aproximaba a ella ¿Seria su salvación o el
principio de una larga condena?
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