Con
la puesta de sol los muros majestosos del castillo comenzaron a ceder ante la
oscuridad desmoronándose roca a roca como flor esbelta que se marchita por la
falta de luz. Los susurros de días antiguos se desvanecían en el aire suspirando
con el último aliento el nombre de los dos amantes que aún separados por miles
de años se añoran en un mar de amor en el que aguardan rencontrarse salvando
las distancias impenetrables. Ella vive en un futuro para él; él vive en un
pasado para ella; su amor mutuo pervive en el presenta para susurrar piedad a
las estrellas.
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