Las
puertas del despacho se cerraron tras ella amortiguando así el bullicio de los
invitados. Mujer fría, de carácter orgulloso, no podía dejar aflorar el recelo
de aquella reunión a la que fue convocada con demasiadas prisas y excesivo
recelo. Sabía perfectamente que la misión encomendada había sido llevada a buen
término dos días atrás con un éxito embriagador consiguiendo así un descanso
merecido permitiéndose por una vez en mucho tiempo dejar atrás falsas
identidades e intrigas políticas a las que ya no encontraba sentido. Planteándose
más de lo debido dejar la profesión seguía cumpliendo las órdenes dadas sin ser
cuestionadas quizá por miedo a las represalias, quizá acostumbrada a la inercia
de una vida difícil de dejar atrás. Así que allí estaba, en un despacho en
mitad de la noche engalanada con sus mejores ropas para no desentonar.
Conociendo
de sobras el protocola establecido, le fue entregado un nuevo expediente que
con detenimiento leyó. Un cruce de miradas mudas entre ella y su superior
fueron suficientes para decirlo todo. Con el mismo silencio con el que entró
volvió a una fiesta que de pronto se le torno abrumadora. Todas aquellas risas,
lujos, esplendores y chismorreos de la alta sociedad no cesarían a pesar de que
a la mañana siguiente se daría inicio a una guerra, en la que sería el pueblo
quién sufriría las consecuencias de un juego entre niños que gozaban de
excesivo poder y que ansiaban proclamarse como los grandes vencedores ante unos
adversarios igual de caprichosos.
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