Sentía
el confort de sus brazos rodeándome el cuerpo, estrechándome para no dejarme
caer. Adoraba esa sensación de sentirme vulnerable, sentir que me protegía y
que con él nada malo me podía pasar. Un
baile inocente se convirtió en toda una declaración de intenciones. Era capaz
de sentir su deseo, de sentir como me acariciaba con la mirada, como suplicaba que
aquel baile no acabara jamás. Muchos de los presentes lanzabas puñales con sus
miradas a todas luces calificando nuestro comportamiento de impío, pero poco me
importaba ya. Me encontraba sucumbida en una vorágine en la que solo existía,
disfrutar de él, de su olor, de su contacto, de su mirada y de su sonrisa. La música
lo invadió todo creando un espacio en dónde solo estábamos los dos. Cada nota
guiaba nuestro cuerpo creando la ilusión de una danza perfecta y harmoniosa. La
suave luz nos envolvía con delicadeza, la música cesó… entonces abrí los ojos
para salir de la ensoñación, no era yo la que bailaba en aquellos brazos musculados
pero fue reconfortante refugiarme en la imaginación para adoptar la vida de
otra persona. Jamás sería yo la chica a la que sacaran a baila. Debía
consolarme con los retazos de vida imaginarios para poder sentir, para poder
soportar la cotidianidad que me enclaustraba día tras día en una existencia
apaciguada que aprisionaba mis ganas de volar.
Fantástico!!! me encantó!!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, son gestos como estos los que me alicientan a continuar con este blog.
ResponderEliminarAunque, como canta Fito, puede que esté sordo de un pie, jaja, no puedo sino responder así: ¿quieres bailar conmigo?
ResponderEliminarJavi no me engañes...que tu y yo sabemos que !No sabes bailar! jajjjaa... aunque creo que estaría dispuesta a correr el riesgo de llevarme un pistón
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