Los gritos
de sus ancestros aún retumbaban en su cabeza aun cuando en el poblado ya nadie quedaba
excepto su persona. Conquistadores de mundos lejanos creyéndose reyes de infinito
poder impusieron su voluntad ante el esfuerzo de los nativos que con escasas
pertenencias intentaron proteger unas tierras heredadas de generación en
generación. En cuestión de segundos las tierras fértiles fueron abonadas por la
sangre cruelmente derramada de aquellos que con tanto esmero la cuidaron. Ante
el desolado paisaje, antes lleno de vida por las acciones cuotidianas de las vidas
tranquilas de aquellos que la habitaban, unas lagrimas pedían abrirse paso mas
el orgullo les impidió el paso convirtiéndose en la esencia que alimentaria el
deseo de venganza que se había arraigado con tanta fuerza en su interior que le
provocaba un dolor intenso que solo seria calmado ante la visión del enemigo
derrocado. Entonces sería la sangre de otros la derramada, la misma que mancharía sus manos, la misma que acturía de bálsamo ante la soledad que la aguardaba.
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