El
suave tacto de piel contra piel actuó como bálsamo para unas almas que
arrastraban el sufrimiento haya donde fueran. No era amor lo que se procesaban ni
tan siquiera se conocían. Lo único que les unía era una irrefrenable atracción que
mal conducida podría llevarles al abismo. Sin remordimientos ni preguntas se dejaron
llevar alegando como motivo de su cuestionable conducta las circunstancias
presentes. Sin ni siquiera haber intercambiado sus nombres se proporcionaron
consuelo en brazos ajenos sintiendo como chispas eléctricas recorrían sus
cuerpos.
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