lunes, 10 de junio de 2013

La Sacerdotisa

 
 
Con el pergamino en sus manos aquellos símbolos que hasta aquel momento le parecieron ilegibles cobraron vida ante sus ojos pudiendo así descifrar el secreto que solo le seria revelado a la sacerdotisa elegida. Sus labios pronunciaron palabras hechas solo para los oídos de los dioses provocando así su ira; humanos corrompidos por la sed de poder alardeaban de astucia e inteligencia  que en realidad era confundida con la seguridad proporcionada por la dulce ignorancia que sirve como cura de la amargura del no saber. A modo de castigo a tal profanación las paredes del templo se derrumbaron atrapando la vida de aquellos que rogaban un milagro a unos dioses que poco estaban por la labor. El grito y los llantos de los más gallardos no consiguieron esconder las palabras que aun recitaba la sacerdotisa presa de un conjuro ajeno a su poder. Los gritos cesaron, la voz de la sacerdotisa se silenció. El crepúsculo daba lugar a un nuevo día que la sacerdotisa saludaba a sabiendas que los hechos acecidos se borrarían de las memorias ajenas pero jamás hallaría consuelo al temor grabado desde entonces en su corazón.

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