El
silencio de la noche se vio roto por el sonido de los cohetes que anunciaban el
inicio de una de las noches más especiales del año dónde, con ritos ancestrales
que poco a poco habían ido distorsionando su autentico significado para
convertirse en una fiesta popular, la pólvora se hacía con las calles dotándolas
de un aroma peculiar. Con la mirada puesta en el cielo una chica vestida de
princesa vio como se dibujaban formas poco definidos pero por alguna razón inexplicable
no podía dejar de admirar atraída por aquella belleza efímera perfilada por la
luz de un fuego que se le antojaba mágico. Tras tan solo unos escasos segundos durante
los cuales su rostro se iluminaba por la luz de los fuegos artificiales, estos desaparecían
ante su atónita mirada para convertirse en humo siendo este el último rastro de
lo que instantes antes la pólvora dibujó. Las risas de los niños haciendo sus
diabluras y las charlas de vecinos llenaban cada rincón de alegría más pronto
se percato de que sus sentidos la engañaban, en las calles tan solo silencio,
en el cielo una luna burlona atenta a una chica que imaginaba una noche de san
Juan que vivió tiempo atrás, una noche que tan solo viviría en algún rincón de
su recuerdo pero que jamás volvería a ser real.
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