Con
la ultimas de las campanadas del reloj que marcaban el inicio de la medianoche
un resplandor iluminaba una estancia dormido por la historia que como cada
noche a la misma hora despertaba de un profundo letargo infundido por un
hechizo que de tanto tiempo que fue pronunciado nadie era capaz de recordar la
voz causante de la maldición. Aquellas paredes inertes durante el día cobraban
vida y jovialidad ante la atenta mirada de las estrellas que enmudecían al ver
despertar a aquella hermosa princesa tan solo presente en esencia y no en
materia pues su vida pereció ya hace mucho mas cautiva de lo que siempre fue su
hogar no se podía marchar. La música sonaba, el baile comenzaba, los invitados
aguardaban y las telas carcomidas por los siglos cobraban el esplendor robado
de tiempo atrás. Con una mirada rogando perdón por un pecado ya olvidado rogaba
acabar con tal crueldad pues con los primeros rayos del alba su alma se desvanecía
en el aire pero sin poder volar a otro lugar a descansar.
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