Sentir
la brisa fresca rozando su piel y el delicado aroma de unas flores recién cortadas
del jardín apaciguaba su ánimo cansado de lidiar con disputas familiares por
malentendidos que en realidad no lo eran, pero que así eran disfrazados ante aquellos
que eran amigos de las ambicionadas altas posiciones de la sociedad. Alejada de
reuniones dónde era juzgada por comportamientos inadecuados para alguien de
buena cuna y protegida de las miradas de aquellos que la juzgaban por diversión,
en su cabeza solo había lugar para la nada, tan solo quería que fuese una tarde
más una tarde en la que el murmullo a sus espaldas no eran de lenguas viperinas
sino la del aquietado silencio, el de los pájaros al volar.
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