sábado, 8 de junio de 2013

Tormenta



Lo que antes eran suaves olas que proporcionaba un dulce balanceo capaz de sumergir a una prisionera en un profundo letargo permitiéndola escapar momentáneamente de la amargura de un cautiverio provocado por piratas que cumplían con todos los estereotipos de las gentes de su rango, se convirtieron en feroces golpes que pronto la trasladaron de vuelta a su cruda realidad. Demasiado tiempo de travesía para poder ser calculado sobretodo con la dificultad impuesta por no ver la luz del día, convirtiendo así  todas las horas en eternas noches. Con el miedo palpitando en su interior uno de los toscos marineros le trajo no solo el olor a ron sino también la noticia de la tempestad que hundiría el navío. Ya en cubierta, toda la tripulación se olvido de su condición de prisionera pues todos dejaron sus papeles de lado demasiado ocupados en mirar de frente al temido final. Las primeras gotas de agua se posaron sin haber solicitado el permiso pertinente, mostrando así un descaro que en ningún caso les hacia sonrojar, sobre la fina piel  de dama de exquisitos modales. Perdiendo el miedo y la desazón, eternas compañeras en los últimos tiempos, sintió como punzadas de luz se instalaban en su corazón para darle la valentía suficiente al acto que protagonizaría a continuación. Ojos cerrados, un ligero impulso, después vino el frió húmedo, después el silencio ensordecedor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario